Cuando el viento sopla suave y constante desde el Norte y acaricia con su paso las hojas del árbol, los retoños maduros que aún se abrazan a sus tallos, centellean su propia luz. Son estas escenas de camino luminiscente las que anuncian un nuevo ciclo con la primavera. Pocos tés son semejantes a la esencia de Bai Mu Dan, Peonía Blanca, un té blanco que se expande en sus brotes y hacen vibrar nuestros paladares en la fluidez de un nuevo mar.
A lo largo de 220 años de historia indiscutible, Bai Mu Dan, Peonía Blanca sigue siendo una ventana desde Fu Ding hasta ultramar, en donde la fluidez del paladar permite la perfecta sincronía con los aromas del ávido viento dejando, a su paso, la fragancia más amena en la superficie de la marea de saliva que choca sutil en nuestro interior, causado por el umami que nos permite navegar.
Según nos compartió Shunan Teng en nuestra reciente clase de Círculo de Té con Carolina Levy, amplias expertas en el mundo del té, la producción de té nunca es indistinta a las condiciones del medio ambiente que le acompaña. Es decir, que esta constante dependencia natural, da lugar a la magnífica coexistencia. ¿En esta relación la mano humana tiene igual valor de importancia que su terruño?
De alguna manera, el paso de las diferentes infusiones de Bai Mu Dan, Peonía Blanca, nos permiten contestar cada una de las preguntas que se formulan en nuestra mente, con el atento y exclusivo diálogo de las hojas de Fu Ding. Entre ellas se puede visualizar la paciencia y abundante intelecto humano para entender las hojas y hablar sus idiomas. Son sus hojas las que hoy nos proveen de especiales respuestas para explorar tal cual jóvenes navegantes, la sabiduría de quienes guían el gran barco y conocen el lenguaje de las tempestades: la cadena de productores de Bai Mu Dan en Fu Ding.
La primera infusión comienza fugaz, causando un desprendimiento de aromas herbáceos tan semejantes a los pétalos de un árbol silvestre que extiende sus primeros brotes a la orilla del agua naciente. ¿Será que tal complejidad nos aproxima a los especiales sabores de Fu Ding?
Es durante los primeros brillantes y dorados sorbos de una segunda infusión, cuando la imaginación permite ejemplificar nuestras dudas en escenarios más claros e iluminados por la luz del sol naciendo en dirección al centro del cielo. Un gran escenario que aunque existe en calma, lleva en su viento la borrasca seca del calor continuo que refresca con el movimiento, como aquel velero visto desde cerca.
La magia se encapsula en la marea de nuestro gaiwan en un espacio donde el tiempo no existe sino que es el ritmo de las hebras infundidas en los vapores del agua caliente que formulan la secuencia del siguiente paso. La tercera infusión resplandece en dulzuras a frutas que crecen silvestres bajo los rayos del sol. Rápidamente, la delicadeza del retrogusto que deja la cuarta infusión, por sí mismo combina sus florales notas a un recuerdo con sabor a sol.
Bastan cerca de 72 horas para capturar en dos hojas un retoño la constancia del viento y el sol, pero bastan solamente unas cuantas infusiones para reconocer el valor de la paciencia del compromiso humano por hacer un exquisito arte de una vital tradición.
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Reseña realizada por Ely Gaeta
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