La mirada nos lleva al horizonte de las montañas Fénix en donde las copas de los árboles de té crecen libres en uno de los terruños más privilegiados del planeta. Un espacio de cosecha entre tanta diversidad por lo pronto puede hablarnos de las simbologías inmateriales que crecen con ellas y nos referimos al particular procesamiento de té Dan Cong, que técnicamente ha sido una tradicional forma de tratamiento a las hojas de té abandonada casi por completo, según nos compartió Shunan Teng en compañía de Carolina Levy; nuestras expertises en el fascinante mundo del té.
De algún modo singular JuDuoZai es un varietal sumamente excepcional comparado con otros Wulong de las montañas Fénix que, por lo pronto hayamos probado. Sus hojas son limpias, pequeñas y enteras de un verde que al infundir va brillando con singularidad.
Desde la primera infusión, los vapores del gaiwan se permean de un aroma que, si bien no es del todo floral, permite que los sabores en nuestra boca se configuren de tal forma que antes del primer sorbo nuestro paladar comience a humedecerse; como quien, en el mayor instinto creador, fuera estimando las bases de un ecosistema para dar cobijo a Ju Duo Zai (varietal único) extraordinariamente herbal.
Cada sorbo, tras la segunda infusión, pasea suave en nuestra boca aceitando las paredes de nuestra garganta de formas intangibles y agradables generando la fórmula de un contundente placer de fragancia y sabor a hueso de albaricoque. La presencia de este nuevo sabor para un paladar occidentalizado, de pronto puede ejemplificarse con la esencia de alguna semilla o fruto de flor, pero es precisamente esto lo que, al dar cabida a la imaginación, las siguientes infusiones se vuelven toda una exploración.
El imaginario fluye libre al olfatear el vapor del agua que complementa su espacio en los bordes del gaiwan. Las hojas develan un marrón que delicadamente bordea complementando el brillo de las hojas verde olivo y hablan por sí mismas. De pronto uno vuelve a la introspección en el proceso de la tercera infusión, en donde la neblina que alguna vez fue el rocío de las majestuosas montañas Fénix, vuelve al gaiwan recubriendo la tierra de una nueva esencia: Ju Duo Zai.
Su cuerpo prominente y de gruesa caída recorre con fuerza su presencia en nuestra memoria sensorial, generando un nuevo registro haciéndose experiencia. Por un momento somos testigos atemporales de un vestigio natural: aquella semilla de albaricoque sumergida en el manto de agua en nuestro gaiwan reposa suavemente en su aceitosa sensación con prominencia de umami que inmediatamente ve nacer la raíz de un nuevo tallo joven y exquisitamente herbal, madurando de pronto y haciendo nacer el capullo de una flor abriéndose y dejando su polen en el retrogusto final.
Oler la tapa del gaiwan, particularmente en esta ocasión, se convierte prontamente en un evento casi nostálgico hasta una siguiente ocasión.
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