En vísperas de un tiempo nuevo, por nuestra memoria recorrían los últimos días del calendario gregoriano mientras se alimentaba la nostalgia de ver un nuevo comienzo. Hace algunas semanas iniciamos nuestra despedida al año de la rata, con las hebras de un Wulong sumamente especial: Ya Shi Xiang 鸭屎香, “El Increíble Aroma a popó de pato”, proveniente de Feng Xi.
Probablemente el nombre no te parezca tan atractivo en comparación al resto de tés que hemos compartido juntos en nuestro Círculo de Té durante este año. Pero el hecho de que no te agrade, en inicio, es en sí su objetivo.
Según nos contaron Shunan Teng y Carolina Levy, ambas extraordinarias conocedoras del mundo del té y queridas compañeras de año; el hecho de que este té se llame como se llama, es precisamente por protección. Resulta que muy anteriormente, cuando estas hebras se abrían paso al mundo, el agricultor que inicialmente trabajaba con este varietal, notó que eran de tan buena e incomparable calidad, singular a ninguna otra, que entonces, para protegerle de ser robado o copiado, decidió llamarlas Ya Shi Xiang, Aroma a popó de pato.
Un nombre que ahuyentaría a cualquiera pero que no tiene nada que ver con los atributos de sus extraordinarias hebras. Fue así como en más de una ocasión, algunas malas voluntades, se dispersaron de este escaso Wulong.

Nos trasladamos hasta las altas cordilleras de las Montañas Fénix, justo donde se encuentra el terruño que ha sido el hogar de estas particulares hojas, alrededor de los 900 msnm.
Si bien es un lugar privilegiado por sus climas, altitud y vegetación, también ha sido uno de los lugares que han padecido los percances de “los males del té”; nos referimos a las implicaciones que ha tenido (o tiene) para la tierra, el pedir un alto rendimiento a la hoja donde, en algunas ocasiones, puede verse forzado con el uso de fertilizantes, nitrógeno o en sí, el desequilibrio ocasionado por algunas plantaciones del té cuando son desmesuradas.
El hecho es que, contemplar el amplio panorama de este territorio, nos permite apreciar el valor que estas hebras tienen al ir develando su verdad, infusión tras infusión.
Con un agradable aroma a orquídeas Ya Shi Xiang nos envuelve entre sus hebras, haciendo por un momento, que nuestros sentidos puedan expandirse en un respiro profundo hasta las privilegiadas Montañas Fénix. Comenzar la primera infusión de este Wulong, es como adentrarse al misterio mismo que ocasionan los lugares remotos.
En este imaginario de campos verdes cubiertos por árboles maduros y ramas jóvenes mecidas con el vaivén del viento, da corriente el río de Feng Xi, situándonos como verdaderos testigos en presencia de la vida.

El tiempo parece correr mientras el agua cristalina moja completamente las paredes de nuestro gaiwan, meciendo entre el agua, cada vestigio del tallo que quedó entre las hojas. En esta segunda infusión, ver un dorado brillante nos acerca a un dulce momento donde la luz dibuja, en este espacio, el borde de blancas gardenias y maderas viejas que, entre su espacio atemporal, iluminan apenas con sublimes escapes de luz, el beneficio de nuestras dudas entre sí se trata verdaderamente de un Wulong.
Pronto, en nuestra lengua se produce una cremosa efervescencia que mineraliza nuestra boca, para llenarnos de claridad. ¿Será este el momento justo donde emerge tal cual ave Fénix la vitalidad de sus sabores como símbolo de su propia vida?
Las preguntas dan sentido en una tercera infusión que nos invita a ser parte de la verdad del Ya Shi Xiang que, en su diálogo íntimo, sorbo a sorbo, nos permite entender sus magníficas notas herbáceas y florales. Flores que hoy son parte de la misma montaña, al gaiwan en donde vemos todo emerger y crecer.
Entre su cuerpo ligero y retrogusto a dulces bálsamos aceitando nuestra boca, el pináculo de esta experiencia surge en una sensación de fresca dulzura que va develando la complejidad de sí misma.

Se trata de Ya Shi Xiang unas hebras capaces de transformar en joven vida los rastros fugaces que quedaron en aquel árbol viejo que fue talado o aquel que, con sus años, fue secando su corteza; es como el musgo que en un ambiente de fresca niebla a la pendiente de la montaña, toma del rocío su agua, para obsequiarnos la fragancia que nos permite vislumbrar esas flores blancas que estuvieron. Un paso de vida que emerge de una natural muerte entre cálidas cenizas.
Esta parece ser entonces, la experiencia de la vida misma en un gaiwan.
Si aún no estas inscrito a nuestro Círculo de Té, estás en un gran momento de hacerlo pues estamos por abrir los primeros meses de este año con una selección de tés maravillosa, ¿estás listo para compartir con nosotros la experiencia? Suscríbete aquí.
Reseña hecha por Ely Gaeta
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